No se habla de política, religión ni fútbol en la mesa. Son temas que despiertan pasiones y pueden generar acaloradas discusiones, peleas y momentos desagradables. Para que la mesa sea un lugar tranquilo y agradable, es mejor no hablar de ciertas cosas, ¿verdad?
Yo creo que la conversación política es más que necesaria y no solo en época de elecciones. Quizás una de las causas del bajo nivel de muchos políticos es que no hablamos lo suficiente sobre política y su importancia en la vida cotidiana, como nos afecta en gran parte de lo que hacemos cada día. ¿Y qué mejor lugar para tener esas conversaciones que en la mesa, el punto de encuentro de familias y amigos?

La clave está en saber hablar de política, como de cualquier otro tema. Es decir, mantener una conversación con intercambio de ideas, en la que escuchemos al otro –incluso si no estamos de acuerdo– y seamos capaces de debatir con argumentos. Entonces, yo me pregunto ¿el problema es la política, la religión o el fútbol? ¿O será que nosotros somos incapaces de conversar sobre nuestras diferencias sin tomarlo como algo personal y enojarnos?
La típica comparación con las barras bravas del fútbol es una buena analogía para la política. La elección de un equipo de fútbol suele ser algo arbitrario: puede ser por la identificación con una ciudad o zona geográfica, porque se trata del equipo de moda en una época, por herencia familiar o por seguir a amigos. Aunque intentemos darle un sentido épico y profundo, no deja de ser una decisión mayormente irracional. Asumo que es esa irracionalidad la que se traspasa a las discusiones hasta llegar a casos extremos en los que el hincha de un equipo rival es considerado enemigo a tal punto de ser agredido físicamente.
En cambio, la política se trata de elegir a quienes nos gobiernan y redactan las leyes que nos rigen y, por lo tanto, deberíamos votar por quienes consideramos que tienen las mejores ideas y propuestas para construir una mejor sociedad para todas y todos. Es algo que debería ser completamente racional, a diferencia del fútbol. Pero en la práctica, no siempre es así. Muchas personas que se identifican con una postura política se comportan más como hinchas de barra brava que como personas que debaten ideas y principios. Tener la razón y confirmar nuestras creencias se vuelve más importante que entender al otro. Algunos políticos tampoco ayudan mucho, especialmente los más extremos, que tratan a sus opositores como enemigos y promueven la violencia política, ya sea de manera tácita o explícita.
La conversación también nos ayuda a aprender más sobre política, lo que nos lleva a tomar mejores decisiones y a la larga contribuye a formar una mejor clase política. Esto, a su vez, se traduce en un uso más eficiente de los recursos del Estado y mejor calidad de vida para todas y todos.
Por eso, propongo que hablemos más sobre política en la mesa y en cualquier lugar. Que destaquemos la importancia de una discusión seria y con altura de miras, donde el objetivo sea el entendimiento mutuo. Y, ¿por qué no?, también hablar de religión, que tiene un componente político importante. Eso sí, siempre entendiendo y aceptando que las diferencias de ideas son algo sano y natural. Seamos capaces de escuchar y, más aún, de entender las razones que llevan a otros a pensar distinto. Debatamos siempre con argumentos racionales.
Todos podemos aportar un granito de arena para mejorar el ambiente y la discusión política.
«Mejor no hablar de ciertas cosas» – Sumo
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