Una guirnalda festiva de aproximadamente 20 banderas nacionales, predominantemente de países hispanohablantes de América Latina y España, cuelga en dos filas superpuestas sobre una cuerda blanca. Las banderas son coloridas y presentan los diseños distintivos de cada nación. Entre ellas se observan la bandera de Chile, Argentina, Perú, Colombia, México y España. El foconfetindo es una pared de textura gris clara. Pequeños trozos de confeti de colores brillantes —rojo, verde, azul y amarillo— caen dispersos por la parte superior de la imagen, añadiendo un toque de celebración.

El 18 de septiembre es el día en que celebramos nuestro día nacional en Chile. Nuestra fiesta de la independencia. El momento para recordar, vivir y hablar de tradiciones, costumbres, cultura y especialmente de patriotismo. Una palabra que se repite aún mucho más cuando hay campañas políticas como ahora que tenemos elecciones presidenciales en un par de meses. La repiten tanto que termina perdiendo sentido y hasta nos provoca rechazo. Por eso creo que es un momento perfecto para hacer una breve reflexión sobre el verdadero significado de «patriotismo» y que lo reivindiquemos como un valor positivo que nos identifique a todas y todos independiente de nuestra nacionalidad, costumbres o preferencias personales.

Yo soy chileno. No es algo que haya elegido. Es así porque nací en este país, porque mis papás son de aquí, como sus papás antes y así hasta varias generaciones en las que se pierde el rastro del árbol genealógico de gente nacida y criada en el campo chileno. Y más importante aún, me identifico como chileno, pero no como algo que me haga diferente, mejor ni peor que otra personas que tienen una nacionalidad o identificación diferente a la mía, sino solo como simple –o quizás no tan simple– pertenencia a un grupo con el que compartimos muchas cosas en común, algunas buenas, otras no tanto y algunas definitivamente malas. Ese sentimiento de pertenencia a un grupo no es algo tan trivial como podría parecer, y no lo digo yo, lo dice la ciencia. Ha sido estudiado por áreas como la psicología social, la neurociencia y la sociología y, de manera bien resumida, han concluido que es prácticamente un necesidad básica inherente a nuestra condición humana y que la pertenencia y aceptación dentro de un grupo trae importantes beneficios a la salud mental.

En el último tiempo, la versión de patriotismo que se ha masificado es la que promueven sectores conservadores y que se adapta a sus propios intereses. Más que patriotismo, se trata de patrioterismo o nacionalismo, o sea, una idea que se caracteriza por la superioridad de quienes se consideran los verdaderos y dignos patriotas, donde lo nacional se acerca a la perfección divina y lo malo es causado por “los otros”, esos que no son patriotas. Los extranjeros son inferiores y enemigos. Los símbolos adquieren valor por si mismos, incluso por sobre las personas, y un culto irracional hacia las tradiciones. Quienes no siguen o cuestionan esos estrictos principios nacionalistas son acusados de anti-patriotas, enemigos también. Nada más alejado de lo que el patriotismo debería ser. Yo mismo he renegado muchas veces de considerarme patriota, justamente, para evitar ser encasillo dentro de esos grupos. Pero hoy día puedo decir con total propiedad que me considero patriota, pero de verdad.

La RAE define patriotismo como «Amor a la patria». Ese es el sentido que me gusta y que, yo considero, debemos aceptar y promover. La patria debe ser como nuestra casa un lugar con el que nos identificamos, que queremos, por el que nos preocupamos y cuidamos. Un patriotismo que integre a todas y todos con sus similitudes y diferencias, a quienes disfrutan de las tradiciones y a quienes no. Porque yo creo que puede ser tan chileno a quien le encanta un buen plato de porotos con riendas como el que prefiere una hamburguesa con queso cheddar. Y la misma analogía puede aplicar para patriotas de otras nacionalidades y etnias, con sus respectivas comidas y tradiciones. Los verdaderos patriotas somos capaces de darnos cuenta de lo malo de nuestra sociedad, ser críticos de una manera constructiva y trabajar por mejorarlo. Buscamos las maneras de construir una mejor comunidad, más solidaria, pensando siempre en un futuro mejor. Los símbolos importan por lo que representan (su valor simbólico), y lo verdaderamente importante son las personas. Ser patriota no puede ser excusa para rivalizar ni discriminar a quienes tienen otras nacionalidades, al contrario, debe ser algo que nos una a través del deseo de convertir a todas las patrias en lugares de encuentro y unidad y así poder construir una patria mas grande, que en nuestro caso se llama Latinoamérica, pero que es parte de una aún más grande llamada humanidad. Lo bonito es que el patriotismo se puede demostrar con cosas simples: haciendo bien tu trabajando, entendiendo como eso contribuye a la comunidad; preocupándote de tus vecinos o manteniendo limpio tu barrio. Todas y todos podemos ser patriotas. Reivindiquemos el patriotismo con orgullo, porque es un valor que nos pertenece a todas y todos en el mundo entero.

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